Los tattoos en la piel denuncian la vía que mi vida ha llevado.
El lenguaje de la calle se convierte en poesía urbana
Las barras pesadas y las rejas afuera señalan las horas que tengo condenadas.
La vida chiquita en una celda es la llave de los errores que me he cobijado
El humo del tabaco ennegrece el aire viciado en el que hilvano mis pensamientos.
Cada cicatriz es un relato sin palabras, un grito silencioso hacia el olvido
Las calles estrechas y la mugre en las aceras guardan secretos que la noche se traga.
El silencio cómplice de la madrugada es testigo de mis sombras errantes
Aquí en la oscuridad, mis recuerdos se desvanecen en la niebla del pasado.
En cada esquina se encuentra un pedazo de mi alma perdida y abandonada
Los faroles parpadeantes iluminan los rostros desgastados por el tiempo y el desamparo.
La mirada perdida es el reflejo del abandono que marca mi existencia
Las esquinas son testigos mudos de negocios turbios y acuerdos clandestinos.
La ley de la calle es la única regla en este juego de supervivencia
La música de los coches y las sirenas de los policías componen la sinfonía de la ciudad nocturna.
El ruido de la urbe es la banda sonora de los que vagan sin rumbo fijo
En los callejones oscuros se fraguan pactos impíos y se venden sueños de papel.
La oscuridad es el manto que cubre las almas perdidas y los corazones rotos
Las sombras se alargan en las paredes descascaradas de los callejones olvidados.
La penumbra es el refugio de los que buscan esconderse de la luz de la verdad
La mugre en las calles es el eco de la suciedad que se acumula en mi conciencia.
Cada basura en el suelo es un recordatorio de las elecciones equivocadas que he tomado
La soledad de la madrugada me envuelve como un manto frío y desolado.
La noche es mi única compañera en este largo camino sin destino a la vista
Los pasos vacilantes sobre el pavimento agrietado marcan el compás de mi desesperación.
Cada huella en el suelo es un paso más hacia el abismo en el que me hundo
Las sombras acechan en cada esquina, listas para devorar a los incautos que se aventuran en la oscuridad.
La paranoia es la sombra que me sigue a todas partes, el fantasma de mis peores temores
El sudor frío en la frente es el recordatorio constante de la tensión que se respira en el aire.
El miedo es el veneno que corre por mis venas, la alerta permanente que me consume
Las calles retumban con el eco de los gritos y las risas de aquellos que buscan escapar de su realidad.
La risa falsa es el escudo que utilizo para ocultar el dolor que carcome mi interior
El murmullo de la multitud es el telón de fondo de mi existencia anónima y sin rumbo.
La invisibilidad es mi superpoder, la capacidad de pasar desapercibido en un mundo que me rechaza
El frío de la noche se cuela entre mis ropas harapientas y congela mi esperanza.
El invierno perpetuo es el castigo que llevo en el pecho, la condena de un destino sin retorno
Las sombras se deslizan por las paredes como serpientes acechantes, esperando su momento para atacar.
La oscuridad es la aliada de los que buscan esconderse del juicio de los demás, de la luz que revela la verdad
Las cicatrices en la piel cuentan historias de batallas perdidas y victorias efímeras.
Cada marca es un capítulo en el libro de mi vida, un testimonio de las pruebas que he enfrentado
Los susurros en la penumbra me hablan de secretos oscuros y promesas incumplidas.
Las voces en mi cabeza son el eco de los fantasmas que me persiguen, las sombras que se niegan a desaparecer
El brillo de las estrellas se desvanece entre la bruma de la ciudad, oculto por la contaminación lumínica y moral.
La luz en la oscuridad es un faro que guía a los perdidos hacia un puerto seguro, una esperanza en un mar de desolación
El aroma a miedo y desolación impregna el aire, recordándome que la libertad es un concepto abstracto y lejano.
La prisión en la que vivo es interna y eterna, un laberinto sin salida en el que me pierdo una y otra vez